Empecé
con este atractivo titulo en honor a un profesor de Literatura que le encasilló a un poemario
suyo, "El Retorno de las Caracolas". ¿Pero que significa todo esto en el quehacer poético?. Lo cierto es que no me voy a meter en los abismos comunes de la poesía y mas bien diré el significado, que dice que es un molusco de concha
grande de forma cónica cuyo ropaje se reviste de un caracol marino. Así, de esta forma, estableciendo una analogía en los recuerdos de mi niñez es que Siempre me
he imaginado el pasado histórico de esta ciudad, con sus playas, el mar que la
rodea, la brisa marina, sus noches, sus días soleados y pesados, ah por supuesto las caracolas.
Revelacion
El pirata
Morgan, siglos atrás, quejándose de no
ser saciado por la gula y la fornicación, vociferando madrazos a sus cautivos
oficiales españoles que no le gratificaban muy bien y que por orden directa de
él, solo pudieron conseguir un grupo de mujeres blancas con escorbuto y nalgas
flácidas de Ámsterdam, esperó como un niño la navidad, que la ciudad le diera
fama y gloria. Despotricaba del ambiente de castigo y gótico que le daba el
gobierno feudal y eclesiástico a la arquitectura de la ciudad. También por
culpa del sol canicular que a esas horas del día caía sobre el poblado y quizás
su entretención mientras no realizaba sus pillajes era observar caracolas al
final del atardecer en alguna playa de Cartagena, mientras sus bucaneros
tomaban tragos y realizaban toda clase de vejámenes con las mujeres locales.
Los poemas de El retorno de las caracolas reflejan la vida dura y ardua del
poeta que enuncia con fervor lo que se le ha escapado entre los dedos. La
infancia es revisada como un costal que pesa y le apuesta a pulir y reparar
el tiempo, como si fuera posible entonces desandar un futuro. Gabriel Ferrer R.
Los piratas no se quedaron eternamente en la ciudad para ver lo que hoy se realiza, como el festival Internacional de cine, observar el crecimiento de mujeres hermosas y lideres, ni sus murallas derrumbadas y otras refachadas, ni sus nuevos inquilinos, los turistas. Que en opinión de Carlos, un columnista del diario el País de Cali, decía sentado en el restaurante Brushera que cuando venía a Cartagena lo único que podía recordar en su cerebro era putear, perrear. Se bajaba en el edificio El conquistador allí en Bocagrande con tal de ahorrar unos pesitos para disfrutar al máximo a ¡Cartagena!. Todo el día se preparaba sanduches y el mismo los hacía, todo con el único plan de ahorrar para mamar ron y coca. Yo sin embargo cansado y adormitado por las horas de trabajo en el periódico, allí en el restaurante, le observaba el rostro picaron y morboso de los que vienen a Cartagena a eso, si a eso, al perredo. Pero también, el caleño, venía por trabajo: ya que le correspondía cubrir el evento del Festival de cine. Nos contó a mi amada y a mí con esa risa que siempre palpo en los hombres que han recorrido la vida homosexual como una oruga, que estaba en un proyecto literario y uno de audiovisual, las dos cosas no se las creí, pues tengo la idea de que la gente del interior siempre imagina que chicaneando puede conquistarnos y sentir gratuitamente el peso de nuestra hospitalidad. Con las escarapelas mostradas en nuestros pechos y colgadas de una cuerda azul, pudimos ser atendidos como unos turistas especiales y comer un menú extravagante que ni me acuerdo y hasta dilapidamos postre, todo con el patrocinio del pomposo 52º festival de Cine, “EL FICCI” como me lo recordaba mi novia a cada momento, en todos los lugares que el enojo habita; en la micro, en el baño, en la cama, hasta en mis pesadillas. Ella fue carnetizada por los organizadores del Festival y es de aquellas personas que creen que con un carnet guindado de una cuerda en el pecho da pase para todo, mejor dicho, Dios cógeme las nalgas. Su cargo de logística no era pagado por el festival. En una reunión anterior dijeron que si, que en verdad iban a pagar $10000 pesos el día, mas una ración de sanduches y un jugo Hit. El trabajo consistía, en recibir en el Hotel Caribe a los invitados mas pinches, entregados al mundo Kafkiano del periodismo, además de dar unos bolsos y unos cuadernillos para justificar las millonadas de los patrocinadores. Lo establecido en las reuniones no se cumplió o nunca fue dicho, tan solo fue un rumor entre los voluntarios que ya con su suéter negro estampado con el patrocinio, o más bien socios como decían los créditos en las películas que pasaban en los teatros, se los engancharon enseguida y sin llegar antes a sus casas a estrenárselos. Al parecer el suéter y sus capitalistas marcas mediáticas los dejaron con el ánimo por el suelo, ya que los voluntarios se calmaron y no armaron ningún sindicato y con las escarapelas todos se saciaron. Claro está, que tenían vía libre para los eventos más importantes del 52º del “FICCI” y pase vía pi en la clausura del centro de convenciones.
En el escenario,
en el abrigo de la madera,
descubro unos ojos de selva,
unas pupilas de arena
circundando a este menguante sol.
poeta que enuncia con fervor lo que se le ha escapado entre los dedos. La
infancia es revisada como un costal que pesa y le apuesta a pulir y reparar
el tiempo, como si fuera posible entonces desandar un futuro. Gabriel Ferrer R.
Los piratas no se quedaron eternamente en la ciudad para ver lo que hoy se realiza, como el festival Internacional de cine, observar el crecimiento de mujeres hermosas y lideres, ni sus murallas derrumbadas y otras refachadas, ni sus nuevos inquilinos, los turistas. Que en opinión de Carlos, un columnista del diario el País de Cali, decía sentado en el restaurante Brushera que cuando venía a Cartagena lo único que podía recordar en su cerebro era putear, perrear. Se bajaba en el edificio El conquistador allí en Bocagrande con tal de ahorrar unos pesitos para disfrutar al máximo a ¡Cartagena!. Todo el día se preparaba sanduches y el mismo los hacía, todo con el único plan de ahorrar para mamar ron y coca. Yo sin embargo cansado y adormitado por las horas de trabajo en el periódico, allí en el restaurante, le observaba el rostro picaron y morboso de los que vienen a Cartagena a eso, si a eso, al perredo. Pero también, el caleño, venía por trabajo: ya que le correspondía cubrir el evento del Festival de cine. Nos contó a mi amada y a mí con esa risa que siempre palpo en los hombres que han recorrido la vida homosexual como una oruga, que estaba en un proyecto literario y uno de audiovisual, las dos cosas no se las creí, pues tengo la idea de que la gente del interior siempre imagina que chicaneando puede conquistarnos y sentir gratuitamente el peso de nuestra hospitalidad. Con las escarapelas mostradas en nuestros pechos y colgadas de una cuerda azul, pudimos ser atendidos como unos turistas especiales y comer un menú extravagante que ni me acuerdo y hasta dilapidamos postre, todo con el patrocinio del pomposo 52º festival de Cine, “EL FICCI” como me lo recordaba mi novia a cada momento, en todos los lugares que el enojo habita; en la micro, en el baño, en la cama, hasta en mis pesadillas. Ella fue carnetizada por los organizadores del Festival y es de aquellas personas que creen que con un carnet guindado de una cuerda en el pecho da pase para todo, mejor dicho, Dios cógeme las nalgas. Su cargo de logística no era pagado por el festival. En una reunión anterior dijeron que si, que en verdad iban a pagar $10000 pesos el día, mas una ración de sanduches y un jugo Hit. El trabajo consistía, en recibir en el Hotel Caribe a los invitados mas pinches, entregados al mundo Kafkiano del periodismo, además de dar unos bolsos y unos cuadernillos para justificar las millonadas de los patrocinadores. Lo establecido en las reuniones no se cumplió o nunca fue dicho, tan solo fue un rumor entre los voluntarios que ya con su suéter negro estampado con el patrocinio, o más bien socios como decían los créditos en las películas que pasaban en los teatros, se los engancharon enseguida y sin llegar antes a sus casas a estrenárselos. Al parecer el suéter y sus capitalistas marcas mediáticas los dejaron con el ánimo por el suelo, ya que los voluntarios se calmaron y no armaron ningún sindicato y con las escarapelas todos se saciaron. Claro está, que tenían vía libre para los eventos más importantes del 52º del “FICCI” y pase vía pi en la clausura del centro de convenciones.
El Retorno de las Caracolas
No hay ningun dolor
en la tierra.
Cuando mi piel
escucha el mensaje del aire,
el mar retorna
desde el corazón
de las caracolas.
Pasaron
los días y mi amada encarretada con “EL FICCI”, su holding voluntario ya me tenía
con las bolas hinchadas. Las llamadas al móvil telefónico eran frecuentes y
decía: te llamaba para decirte, que estoy en tal parte con un grupo de actores
y actrices de que no se yo que novela, conocí no se quiencito en que parte que
ahora ni me acuerdo, en fin toda es huevonada que no sirve para nada. Hasta que
por fin me invitó al evento de clausura. En el periódico que yo trabajo, las
jornadas son extenuantes y más si estas en la redacción de las crónicas rojas,
es posible que el estrés y mas la violencia real que consumo me agoten toda la
energía y todas las buenas fe que a pesar de todo existen en esta ciudad. Sin
embargo, ella me convenció de ir por lo menos al Centro de convenciones a la
clausura y si quedaba tiempo al coctel en una casa señorial por el Boquetillo.
Salí rápido de la oficina y casi me tropiezo con un policía que venía de civil
en la calle. Su mirada tardía y asolapada escondida en un cigarro Marlboro
encendió una alarma interior que he podido dominar con el tiempo y es que a
pesar de los crímenes que pasan en la ciudad la policía sabe todo, y siguen a
toda clase de personas y hasta le abren una carpeta sin uno saberlo, sin uno
darse cuenta que su vida es nada más que una sucia carpeta en un sucio
escritorio de policía. La noche era lóbrega y un frio me calaba hasta los
huesos, pensaba mientras recargaba el celular y pagaba en una caja de la Olímpica
Badillo en mi amada y como era tenaz para los eventos, ella era una completa
líder y mandaba, ordenaba y cumplía con estricta disciplina toda cuestión que
le era encargada, así que no me sorprendía en lo absoluto que solo yo la
soportara. Caminé por los pasillos del almacén y a la salida me sobrecogió de
nuevo el frio de finales de Febrero. Era un frio muy frio y además sucio con
brisa, pues a cada momento tenias que sobarte los ojos para que el tierrero no
te nublara la vista, luego me tropecé con unos de esos hombres que se ha vuelto
gamín por alguna causa y me recitó de memoria un versículo de la biblia y no me
pidió dinero pues su risa deambulaba como una música epistolar por los
vericuetos de la avenida Santander. Llegué al semáforo y con la luz en verde me
dirigí al centro de convenciones. En el camino observé caras arrugadas, rostros
fríos y risas económicamente mal articuladas. Me impactó la risa picante de una
mujer muy hermosa, mona, de aspecto teutona que degustaba en un vaso plástico
un coctel de camarón con bastante salsa y cebolla picada. Estaba sentada en una
silla de plástico al lado de los kioscos de cocteles, mudados forzosamente a
este rincón junto al Banco popular, ya que el parque centenario lo están
remodelando y allí según ellos era el sitio, el paraíso. Crucé la avenida
frente a la torre del Reloj y pisé el famoso Camellón de los Mártires y un par
de jóvenes turista creo yo que de Noruega o de Singapur, yo que sé, se estaban
dando un cambio de luces con sus labios en las bancas del lugar. Mismas bancas
pedorreadas por prostitutas, estudiantes, proxenetas y ex campeones mundiales de
boxeo, que se limitaban en las tardes a recordar en sueños de vigilia aquellas
noches que con sus puños le dieron fama y gloria a la ciudad y al país. De
nuevo cruzo la avenida sin antes pensar que mi amada me ha llamado más de
cuatro veces al móvil telefónico, y a recordarme que ella era logística del
“FICCI” que en un sueño predijo la caída del régimen en Siria, que tenía
cólicos que hoy o mañana le viene la regla, que se ve gorda con el suéter del
“FICCI”, que a la entrada me da la boleta, que no es seguro, pero que va a hacer
todo lo posible para que yo entre a ver la clausura en Vía Pi. No tenía ni idea
a qué raro evento me estaba exponiendo mi novia, pues yo no había vista ni una película
del “ficci” y lo más cercano a ello, fue a una que ella me dejó entrar, ya que
con su escarapela se la muestra a medio mundo y medio mundo se le abre de
piernas a una escarapela.
Existe la necesidad de volver a su centro, el factor de identidad, volver
hacia sí mismo. Confrontar la memoria y el recuerdo, recuperar el tiempo y
vivir con intensidad el presente. La infancia detenida y guardada, la llama
de un silencio apretado, reconocer con todos los sentidos los espacios
dormidos. El hecho de asumir el riesgo de pensar que nada ha cambiado,
que todo es reconocible y que, si algo ha cambiado, seguramente somos
nosotros mismos. Gabriel Ferrer Ruiz.
Fue el martes por la noche que ella me invito a ver una película del festival y estaba mas cansado que presidente en reunión de intelectuales para salvar el país. Ella me esperaba en la entrada del teatro con esa linda sonrisa que solo se descubre en las caracolas o en las mujeres que en topless salen en las propagandas de Coca Cola. La película era española y la estaban exhibiendo
completamente gratis en el teatro Adolfo Mejía, cuando entramos agarrados de las manos de mi novia, allí justo en ese instante, el teatro quedó en la oscuridad mas absoluta y los susurros solo eran de los turistas extranjeros que no habían podido asimilar que ya nosotros hemos absorbido la bulla en los lugares privados. De la película no he podido recordar ni el
titulo, pero creo que es por allí “dormida” pero como dije antes, vale, solo
entré a darle un beso a mi amada y nada más. No diré mentiras , no me he visto ni una película del 52º “ficci”. Ni siquiera baje del sillón de la sala cuando aquí en el barrio, el domingo con
megáfonos en mano unas señoras citaban en la cancha central de futbol a las 6: 30 pm y
reunir en su gran mayoría a mujeres y niños no para masacrarlos ni violar sus
derechos humanos, sino para mostrar que las canchas también sirven para ver
cine, para formar culturalmente a un público.
Esta
situación da muestra que no tengo tiempo carajos, que me la paso trabajando en
el periódico y viendo televisión o en el internet como un robot y ya no sé si el sol sale de noche o de día o si la
luna es el día o se va en la noche, los días parecen iguales, todo pareciera mecánico como una polea que sube y baja y que nadie controla en la claridad. Todo se me ha embolatado y los sucesos de
sangre, las peleas y la muerte que se retratan en el periódico me están ganado la vida. Llegué por fin a la
esperada clausura y una tremenda fila me esperaba. Los revendedores de boletas
haciendo su agosto en febrero y estaban revoleteando por allí y por acá entre tantas
personas adineradas y famosas. Todo con la mirada fría y atónita hasta cómplice
de los policías que custodiaban el lugar. Los revendedores creyendo que todos
los turistas son uno huevones le meten por cincuenta mil una pinche boleta que
es de cortesía. Algunas mujeres solo necesitan su risa para sujetar el globo en
su mano, en la entrada las mujeres bellas y ricas sobran. Yo estaba de pie en la escalera mirando lejos esperando que mi
novia… bueno a veces me pregunto, si es correcto decir “mi novia”, ya
que Fromm y no sé porque carajos meto aquí a este señor explica, de la
necesidad de la burguesía moderna de acortar los verbos y dar más cavidad a los
sustantivos. Ahora si yo dijera que con mi novia estoy inmerso en una relación
le quitaría todo el peso a “mi” pues ella no me pertenece no es mi mercancía no
es mi fetiche. Bah pero estoy hablando estupideces.
Si algo ha llamado mi atención en esta experiencia lectora es la confrontación
que hace el enunciador poético consigo mismo. Es difícil apartarnos de
una vivencia que casi registramos como nuestra. Estos poemas nos traen
pequeñas ráfagas de paraísos perdidos que el poeta reconstruye a través
del lenguaje poético. Nos identificamos con él y viajamos en sus brazos.
El lugar está lleno, hay filas de personas por todos lados, las estrellas estrelladas de la televisión colombiana llegan, creo que allí viene Yuldor Gutiérrez con una pinta muy burda, cola de Caballo y con un actor, que se que es actor porque lo veo a punta de esfuerzo infinito (recuerden que soy el único que soporta el temperamento de mi novia ) en el canal caracol por mi novia que es fanática de la telenovelas de la noche. Observo al tipo y es un fantoche. En mi mente esta mas grabado el gol de Rincón a Igner en el mundial, que el nombre de este esperpento actorcillo.
Pienso que, en este caso, el poeta nos involucra demasiado y no nos
podemos zafar de esa madeja de imágenes y voces; al final de la lectura
no nos podemos sacudir, pues ya hemos caído en la trampa. De cierta
manera compartimos su aliento. Cada poema tiene su autonomía y, desde
ese carácter único, despliega una verdadera receta de la condición humana. Gabriel Ferrer Ruiz.
Las personas del interior nos ganan en cuestiones de medios, eso lo sé, ellos detentan todo el poder y nos dan migajas y todo esto contrasta con el holding de solidaridad que se tiene con el turista. Miro para todos lados y es la misma vaina personas de todos los países que quieren ver la clausura y nadie se salva de la terrible fila. Pero estamos en un lugar donde más vale el pase de cortesía de una escarapela que la moral y lo justo. Muchas personas pasan por medio de la puerta principal con una tarjeta Vía Pi reglamentada por el festival. Un amigo viene y me saluda y dice que está esperando a una amiga. Otro se acerca a vendernos un par de boletas y termina regalándolas por un Gueitorei al vendedor de refrescos que esta parqueado a las afueras del centro de convenciones. La noche esta fría y la reventa enhuesa la alegría inicial del vendedor de refrescos, está desesperado me mira y mi móvil telefónico esta timbrando. Es mi novia y dice que ya tiene un pase Vía Pi para mí. Con recelo me acerco a la puerta donde entran los de Vía Pi y observo que mi novia está allí, esta radiante como la noche. En estos momentos quisiera estar en una caseta y bailar El Manicero con la noche. Llego y a mi lado la tremenda fila y miro que personas del estrato 25 se perfilan a entrar en fila india hacia un horno crematorio. Mi amada le da a un vigilante la tarjeta y este me quiere meter de cabeza por encima del estrato 25, un policía corpulento y de Nariz doblada, me lo impide y dice que haga la fila y en verdad mi moral me dice pero haz la fila como lo hacen los del estrato 25, lo hacen ello ahora que no lo hagas tu..Si pero no saben que allí està mi novia y ella es jodona y me dice que me acerque a la otra puerta que es la de prensa y está allí una mujer rubia que apenas me ve me tira la puerta en mis narices, sin embargo el vigilante insiste en mi entrada y logro pasar por la puerta de prensa, mi novia hay que felicitarla, ha anotado un gol al estilo de Rincón en Italia 90.
Si algo ha llamado mi atención en esta experiencia lectora es la confrontación
que hace el enunciador poético consigo mismo. Es difícil apartarnos de
una vivencia que casi registramos como nuestra. Estos poemas nos traen
pequeñas ráfagas de paraísos perdidos que el poeta reconstruye a través
del lenguaje poético. Nos identificamos con él y viajamos en sus brazos.
El lugar está lleno, hay filas de personas por todos lados, las estrellas estrelladas de la televisión colombiana llegan, creo que allí viene Yuldor Gutiérrez con una pinta muy burda, cola de Caballo y con un actor, que se que es actor porque lo veo a punta de esfuerzo infinito (recuerden que soy el único que soporta el temperamento de mi novia ) en el canal caracol por mi novia que es fanática de la telenovelas de la noche. Observo al tipo y es un fantoche. En mi mente esta mas grabado el gol de Rincón a Igner en el mundial, que el nombre de este esperpento actorcillo.
Pienso que, en este caso, el poeta nos involucra demasiado y no nos
podemos zafar de esa madeja de imágenes y voces; al final de la lectura
no nos podemos sacudir, pues ya hemos caído en la trampa. De cierta
manera compartimos su aliento. Cada poema tiene su autonomía y, desde
ese carácter único, despliega una verdadera receta de la condición humana. Gabriel Ferrer Ruiz.
Las personas del interior nos ganan en cuestiones de medios, eso lo sé, ellos detentan todo el poder y nos dan migajas y todo esto contrasta con el holding de solidaridad que se tiene con el turista. Miro para todos lados y es la misma vaina personas de todos los países que quieren ver la clausura y nadie se salva de la terrible fila. Pero estamos en un lugar donde más vale el pase de cortesía de una escarapela que la moral y lo justo. Muchas personas pasan por medio de la puerta principal con una tarjeta Vía Pi reglamentada por el festival. Un amigo viene y me saluda y dice que está esperando a una amiga. Otro se acerca a vendernos un par de boletas y termina regalándolas por un Gueitorei al vendedor de refrescos que esta parqueado a las afueras del centro de convenciones. La noche esta fría y la reventa enhuesa la alegría inicial del vendedor de refrescos, está desesperado me mira y mi móvil telefónico esta timbrando. Es mi novia y dice que ya tiene un pase Vía Pi para mí. Con recelo me acerco a la puerta donde entran los de Vía Pi y observo que mi novia está allí, esta radiante como la noche. En estos momentos quisiera estar en una caseta y bailar El Manicero con la noche. Llego y a mi lado la tremenda fila y miro que personas del estrato 25 se perfilan a entrar en fila india hacia un horno crematorio. Mi amada le da a un vigilante la tarjeta y este me quiere meter de cabeza por encima del estrato 25, un policía corpulento y de Nariz doblada, me lo impide y dice que haga la fila y en verdad mi moral me dice pero haz la fila como lo hacen los del estrato 25, lo hacen ello ahora que no lo hagas tu..Si pero no saben que allí està mi novia y ella es jodona y me dice que me acerque a la otra puerta que es la de prensa y está allí una mujer rubia que apenas me ve me tira la puerta en mis narices, sin embargo el vigilante insiste en mi entrada y logro pasar por la puerta de prensa, mi novia hay que felicitarla, ha anotado un gol al estilo de Rincón en Italia 90.
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