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SEXIS LUCES, SEXIS NOCHES.





En la ciudad iniciaba la temporada de lluvias con vendavales y fuertes relámpagos. Era normal que varias tejas de las casas de barrios subnormales se volaran y causara estragos e inundaciones. Los noticieros de la televisión titulaban que eran las lluvias más intensas de los últimos tiempos que habían caído sobre Cartagena de Indias. Era bíblico, el apocalipsis. Pero eran los medios y los medios siempre te van a exagerar todo. Me dije cuando pienso que haré en este viernes. Enseguida entra una llamada a mi móvil. Era un operador de Movistar reclamando porque yo  no había pagado la última factura. No dejé terminar su mensaje. Colgué. De inmediato entra otra llamada y era Valeria. Ella me explica con su voz gutural  y ronca a lo Lucía Méndez en mi móvil telefónico que necesitaba charlar conmigo y contarme situaciones de su vida. Yo me encontraba en mi apartamento revisando ciertos papeles de un caso judicial. Cuando entró la llamada. Al cortar la llamada y despedirme me entró un nerviosismo y un sustico así que como pude me regué colonia por todo el cuerpo. Listerine al gusto, Cepillada, vestido de derecho y para la calle. De una tomé un colectivo en la Avenida Heredia cerca al Estado de béisbol Once de noviembre. Primero chiflé uno y se fue. Segundo, y también chiflé, esta vez sí paró. Entré. Había otros pasajeros en el colectivo. El silencio era absoluto. Mientras el Dial daba las noticias del mediodía. Noté que alguien llevaba un olor endemoniado. Me hizo este olor acordar de Raúl, un compañero del INEM. Los demás niños le colocaron el Grajoman. Pero Dios le da pan al que no tiene dientes. Se fue para Bogotá y estudio Ingeniera Química y hoy en día es el gerente de producción de Tecnoquimicas, el fabricante exclusivo de Yodora. La vida da muchas vueltas.

Dicen los que saben que la composición química del mal olor en las axilas si huele a comino es: El ácido 3 - hidroxi - 3 – metilhexanoico. La verdad era un ácido. Un ácido de batería, Dios. También en ese segundo se me da por acordarme de la serie Breaking Bad. En español se traduce como ir hacía el mal. Abriendo el mal. Pero puede ser escapando hacia el mal. El grajo escapando hacía el mal. En lugares cerrados y con aire acondicionado como en un colectivo un grajo es una bomba lanzada por el Estado Islámico y escapa hacía el mal, lo abre. En la película la vida es Bella (1997) de Roberto Benigni los cadáveres no se deshacen se les da una esperanza como todo en la vida. Primero es la vida, luego la esperanza y hablan de ella como un tema filosófico de humanos y no de extermino y por último la perdida de esa esperanza la más desgarradora desilusión del ser humano. Pero al principio los protagonistas no ven el mal porque todo aparenta dentro de lo normal: abriendo el mal es cuando se es de lo más normal.

Hablando de Breaking Bad, en la serie el Profesor de Química Walter White menciona sus conocimientos sobre química pero lo más impactante es la solución frente a como deshacerse de un cadáver en uno de los capítulos de la primera temporada. No era que me quisiera deshacer de  una persona como Valeria Séneca; pero si era impresionante que la serie dijera la fórmula para desintegrar los tejidos de un cadáver en pocos minutos por un líquido químico. Pero investigando por san Google en la serie utilizaron a una mujer científica en química que los asesoraba en este tipo de escenas.  En dicha escena utilizaron un nombre totalmente diferente al líquido para  deshacerse del cuerpo. En el capítulo, Jesse Pinkman usa una bañera y un ácido llamado HF ácido Fluorhídrico. Es una escena horripilante, Jesse vierte ácido fluorhídrico (HF) en la bañera para disolver el cadáver. Este es un ácido útil para tener en cualquier laboratorio por sus inusuales características químicas. Como disuelve el vidrio, debe almacenarse en botellas de teflón (un plástico de alta resistencia química). Era de suponerse que en la práctica los cadáveres se disuelven con bases (concretamente, mediante una hidrólisis alcalina mediante hidróxido sódico). La serie mintió.  Queridos lectores ni se les ocurra hacer eso con sus seres queridos. Menos con su madre o el amor de su vida. Y yo no lo pienso hacer con Valeria Séneca y ni así me traicione con varios tipos en una noche.

La verdad yo no sé qué hago aquí en esta loca carrera por Valeria. ¿Si quiero verla de nuevo? Pero es Valeria. Es que es Valeria. Si, Valeria. Valeria es escuchar el sonido del Océano Atlántico. Bueno, y quien soy yo para negarme. Yo no soy nadie cuando Valeria me llama. Ella es Valeria Séneca. Es Valeria, Mierda. Me bajé del colectivo por los lados de María Auxiliadora cerca de la Clínica crecer. Crucé las avenidas. Noto que una Tractomula que va en dirección hace el centro parece extraviado. El conductor con marcado acento tolimense me dice que donde queda la sociedad portuaria. Le respondí que usted viene de allá. El tolimense se toma de la cabeza y da un giro por la avenida del Bosque como quien va para Martínez Martelo. No sin antes tumbar un semáforo. Romper todo los andenes a su paso. Casi causa un accidente al esquivar un vendedor de Peto y hacer un zigzag. Pero además de eso, siguió su ruta como si nada para la sociedad portuaria. Yo después del suceso estuve atento a la velocidad de los busetones de Transcaribe que si te llegan a pegar mi hermano. Mejor ni te echo el cuento.

No tardé ni unos minutos en llegar a pie cuando de repente diviso la figura de guitarra de Valeria en el Parque de los Borrachos y sentada en una banca en el barrio el Prado hojeando una revista de Ebel. Su aspecto era la de una realeza lamentable. Valeria estaba descuidada, harapienta y cobraba 35.000 pesos el polvo. Su principal fuente de ingresos Era Ralph Lauren, así codificaba a uno de sus clientes en su móvil. Un señor de pies gigantes. Un patón dice ella. Era el dueño de unos grandes almacenes de Ropa. —Me da dinero —. Y entro en sus almacenes y cojo lo que quiero. Los vendedores no me dicen nada. Él les ha dicho que me dejen tranquila. No quiere que su esposa sepa que yo tengo un polvo mejor que el suyo.

Valeria Séneca y yo somos amigos desde bebecitos. De pilatunas. Nos pasábamos los dientes de leche para que nuestros padres nos dieran dinero. Ella es de los Picapiedras. Yo soy de Los Supersónicos. Ella montaba en bicicleta Monark. Yo en la de mis amigos, pues no había plata en la casa. Es  mi mejor amiga y cuando la observé a pesar de su destrucción algo duro ya se me notaba en mi pantalón. Era mi celular que me timbraba en el bolsillo del Pantalón. Colgué. — Cuando estoy con Valeria no estoy para nadie —. También noté una mancha de mostaza en su vestido fucsia. Tres lunares redondos y negros cerca de su boca, le daban un aire de Marilyn Monroe. También observaba que sus medias veladas estaban rotas. Violentadas, seguro fue  un atarban que no quiso pagarle. Sus piernas curvas eran peligrosas como una feminista de Fem.

 Se percibía que tenía días sin dormir, se distinguía ojerosa, cenizas. Las Torres Gemelas derrumbadas. Me fui de allí y regresé por la tarde con un six pack de Club. La sorprendí ahora. Y la tomé por la cintura y ella me dio un beso en la boca. Sentir sus labios sobre  los míos, me daba la sensación de estar en una de las correrías de los relatos de Julio Verne. Me limpie mi boca de su saliva porque me ensalivó. También noté un aliento a frunas y semen de caballo. No sé si esto se ha convertido en una obsesión. La de estar con Valeria y hasta tengo ganas si no acaba esto bien, de utilizar los pasos sencillos que química que me recomendó el profesor Walter White para deshacerme de un cadáver. Lo mío está rayando en algo ya obsesivo. Pues no dejo de pensar en Valeria Séneca ni un segundo y a la vez hundirle todos los días mi mundo de códigos y derechos civiles en su adorado chochito. De inmediato observo mi reloj en mi muñeca y la fecha dentro del aparato suizo. Podría estar aquí en cualquier día del año y estar seguro que mi camisa igual estuviera empapada en sudor y eso que caminé unos pasos desde la Avenida Heredia. A pesar de la lluvia. Pero era una tarde soleada de Abril. Pero puede ser Mayo. También Junio. Aunque pensándolo bien es Septiembre. Cualquier mes del año en esta ciudad portuaria  es el mismo clima: un infierno. A pesar de la lluvia. Al día siguiente al cerrar la oficina le dejé un mensaje en su móvil telefónico: No tardaré en llegar. A pesar del trancón del mercado de Bazurto. Ya en persona, llego a tiempo. Llego con la idea de saciarme en Valeria Séneca. Ahora que lo pienso, ella es de Magangué pero toda su familia es paisa. De Antioquia. El nordeste Antioqueño. Hola:
—Vale
   Hola, Señor Pelle
   Valeria, que tal ni te había visto, que pena. Mira solo pasaba por aquí..
   No quiere tomarse una tacita de café… en mi casa.
   Ahhh
   Si, bueno. Pase usted...
   No!, usted primero...
   Noo noo, usted. Como se le ocurre que yo primero. Primero las damas.
   Miento.

Pasó un mes y no me atrevía acercarme por el Parque. Me quedé todo el día en el apartamento hojeando un caso de hurto de un defendido. Salí al parque del barrio. Alguien me quiso vender hierba y lo rechacé. Luego entro a la tienda y me bebo un par de Heineken. La semana había pasado como un rayo veloz y los casos no eran tan urgentes que me permitieron darme ciertos lujos como caminar y dar vueltas sin sentido. Llegó a ser tan desconcertante todo que me metí a una Iglesia Católica y estuve allí toda la tarde sin decir ni una sola palabra a nadie, (tampoco es que llegue mucha gente) .

Era algo kafkiano mi realidad con ella. Pensé. Oh Dios. Regresé al apartamento pero empapado con la lluvia. Por alguna razón no había luchado por guarecérseme de la lluvia. De repente noto chorros de agua salir de mis fosas nasales y con la lluvia aparece en cada gota la luz de Valeria dándome besos y haciéndomelo encima de mí. Entré. Me di cuenta que me salía mocos y tremendos mocos de la nariz. Sobre el lavabo me agarro la nariz y soplo fuerte: y un charco negro de moco con sangre se deja arremolinar por el agua y desaparece de mi vista. Era Valeria. Camino y entré al baño, abro el retrete y cago. Mientras sale todo de mí pienso en ella. El olor inunda el lugar. (Que pensaban que olería a jazmines).

Hasta que un Sábado por la mañana estaba tirado en mi apartamento y sobre el sofá cuando recuerdo muchos sueños con Valeria. Me había comprado otro Six Pack de cervezas en el Éxito pero esta vez eran Coronas; buen sabor. Lástima que ya les estén chimbeando en Nelson Mandela. Sin embargo, mi angustia era pensar en Valeria. El sueño de ayer fue La Insoportable Levedad del Ser. En el sueño recuerdo a Valeria pero con otro nombre: Mafe. Todos en ese sitio de Lámparas rojas le decían Mafe. El Barman un tipo musculoso, como un jugador de la NFL le prepara sus tragos: Vodka y hielo. Este tipo se hace llamar Juancho Rutherford. Según la defiende de tipos morbosos. Una vez le pegó en su propia jeta a Pablo Escobar porque de mano larga le tocó las nalgas a María Fernanda. De la trompada: el tipo rodó varios metros por el suelo. El Cartel se lo perdonó solo porque en realidad le había pegado al doble del capo. Por seguridad. Era una prueba para ver si la gente se tragaba el cuento. Al parecer no resultó porque nadie le pega a Pablo Escobar y sobrevive para echar el cuento. Resultó que el doble de Pablo Escobar una semana después su cadáver estaba flotando sobre las hediondas aguas de la laguna de San Lázaro.  

Las veces que iba a ese lugar donde Mafe se encueraba y mostraba sus endemoniados atributos me mareaba el olor a Cigarrillos y sudores. Los hombres enviaban mensajes de textos y pedían desde sus móviles telefónicos para que saliera María Fernanda disfrazada de la mujer maravilla y bailara en el tubo. Si le sabías mover el lazo a María Fernanda era seguro que ibas a su cuarto a gozar del tierno culito de Linda Carter.

Otro sueño Vale: eran los lugares que irradiaban tu dentadura feliz cuando lo compartías en tu red social. Le dabas compartir en el bar donde Fidel. Cuando íbamos  a la Plaza de San Diego. Las vomitadas de Valeria sobre un andén de la avenida Heredia. Valeria y yo en plan de paseo por Playa White. Cuando desperté en la mañana, sobresaltado me levanté de inmediato de la cama y de un salto fui a dar a la silla metálica del computador y escribir todo los hechos y narrar lo que había en el sueño. No obstante, ni un puto recuerdo. Aunque, lo que si  logro recordar es que estaba por los lados del Faraón, cerca de la terminal de Transportes y cuando observé un Taxi cerca por la carretera, chiflé y el señor se detuvo. Enseguida le dije:
—Señor para el centro
—Yo para allá no cojo
— ¿Cómo así?
— ¿Dije centro?
   ¡Aaah centro, haberlo dicho antes buen hombre!
   Es que ando con el oído jodón. Tú sabes, la edad.

   Me senté en la parte de atrás. Arrancamos. El señor del taxi era musculoso como Mike Taison. Sus manos eran grandes como el salario de un Profesor.

Me doy cuenta que unos autos fantasmas parecen seguirme y el señor le mete toda la chancleta hasta el fondo. Un Automan. Michael Schumacher le quedaba en pañales. En ese momento conduce por callejuelas estrechas y luego gira y de nuevo una calle muy estrecha y pienso que carajos es este lugar donde estoy. De verdad estoy con el corazón en la mano y mis huevas en la garganta en este asiento. De la nada el Taxi aparece por el Cuartelillo de Olaya con rumbo a la Avenida Pedro Romero. Allí se acaba el sueño. El taxi no sé dónde me dejó. Eso sí pagué mi carrera. No quiero deberle ni en sueños a Mike Tyson. Entonces, al día siguiente temprano llamo a Valeria, para que me espere en el centro. Luego de 20 mil llamadas perdidas me contesta. Que no se ha bañado que huele a mica. Diablos Valeria conque monstruo me he metido. Siempre llegas tarde a todo. Siempre es lo mismo contigo!
«  ¡Valeria, Valeria, Valeria!»

Era un sueño.


Salí del apartamento y me iba para Vueltabajero pero antes llegué a la entrada de Blas de Leso, donde El Koreano. Allí me tomé dos Cervezas. El sitio estaba solitario y una morena de tetas grandes era la única que atendía las mesas. Un hermoso culo me llevaba las cervezas, más bien fueron dos, si si dos. —Dos culos o dos cervezas—. No no igual eran dos cervezas Club.
   Ella me sonríe desde la barra —
   Yo igual le contesto con una mirada cómplice.
   No dejo de observar cómo se ladeaban esas tetas enormes. De un lado para otro como en un tobogán.
   Ella me hace seña de que quiere mi número de Móvil.  Se lo doy. Y Cancelo la cuenta. No sin antes observar por última vez esos lindos y grasosos aretes que usa.

 De un sorbo finalicé la botella y tomé un taxi en dirección a la casa de María Fernanda. Su casa era una esquina del parque de los borrachos, ella no tenía dirección ni casa por la manera de vivir la vida. Yo creo que vive bajo un puente, pero cobra treinta y cinco mil la hora. Llegué, la saludé como siempre. La tomé por la cintura y nos fuimos para su casa. ¿35 mil, no me haces una rebaja porque soy yo? Amor, porque eres tú te cobro el doble no hacemos nada y te recito la poesía de Federico García Lorca, textos completos.
 Entré a su apartamento debajo del puente. Había de todo. La basura más higiénica que he podido observar en la casa de una prostituta. Por el amor más puro sacó de su bolso un pañuelo de color lágrimas y  me lo entrega con el fin de que no  ensucie el Jean:

 — Ya almorzaste?

—Si algo de McDonald’s?
—Mentí no había almorzado. «Nunca almuerzo cuando estoy sin trabajo. Ni desayuno. Más bien duro a veces dos días enteros sin comer. Ni un penique para comer».
   Y tú?  ¿Ya lo hiciste?
—Que, ¿si hice qué?
   Si si Almorzar…
   si si ya comí... si si piqué algo en el Carulla del frente.

 Dentro de mí dije: Maldición Valeria porque vives en estas condiciones. Ella prende una pipa creo que de Meta. El humo que propaga de su pipa se confunde con las nubes y los edificios de Bocagrande. Observo que en sus brazos y piernas tiene marcas horribles como cicatrices de guerra. Los efectos de la meta son crueles. A ella el sueño se le ha ido. Su apetito también. Raramente la observo comiendo. A diferencia de drogas simpáticomiméticas directas como la adrenalina, la anfetamina es efectiva al ser administrada por vía oral y sus efectos son duraderos. Una vez en la sangre, la droga atraviesa la barrera hematoencefálica y ejerce efectos sinápticos sobre los sistemas catecolaminérgicos centrales. Ello induce una sensación de gran bienestar corporal, de buen humor (hasta euforia) y de disminución de las sensaciones de cansancio y de apetito. Son drogas de las cuales se abusa ampliamente. Ello se explica por los efectos estimulantes de la euforia y de la actividad psicomotora que ellas inducen. Las características observables en sujetos en situaciones de abuso de estas drogas dependen de la etapa del período de abuso en que ellos se encuentren. Así en la fase avanzada de abuso, cuando se ha desarrollado tolerancia a las anfetaminas, aparecen síntomas de abstinencia en los cuales el sujeto puede experimentar sensación de energía y disforia. Esta última se traduce en un apetito anticipado y ansia por la droga.

Mientras ella consume su meta le digo que le había llevado unas mudas de ropa limpia. Pero primero ella decidió darme una sorpresa. Me dijo que la esperara un momento mientras se cambiaba. Diez minutos después,  Mafe con su atuendo de la mujer Maravilla alza la cabeza y me observa de frente. Mis ojos negros se impactan con sus ojos azules de contacto. Su cuello ladea, arriba, abajo y así sucesivamente. Ella se detiene. Como cuando cierran una herida en la vena Orta. Con su lazo de la mujer Maravilla me lo coloca sobre mi cuello y empuja mi rostro sobre el suyo. Mi boca se acerca y la beso.

   Que decís mi Tom?
   Cuando me llevas a esa playa que tanto hablas en tus libros.
   Algún día, iremos Valeria, Algún día.
   Tom, Tommy eres aburrido. Ya ni sales. Porque los Sábados no sales. ¿Por qué, no te aburre de vivir solo?
   La verdad no. Es un estado de mí y de lo que soy. Ver que se roban las elecciones cada cuatro años eso sí que es aburrido.

 Tommy te gusta escribir. Una vez me dijiste que querías escribir en periódicos.

 si, claro escribir columnas.

 Al estilo de Daniel Coronell.

Mientras ella se introducía mi pene en su boca. Ella recordó parte de mis sueños.

Entonces siguió dándole serias succiones a mi verga. succiones de animal. De diabla. Pensé  que me iba a fracturar mi verga con su boca. Una boca que se convirtió en una gran boca succionadora de mi pene.

   Mi Tom Pelle. ¿Te gustó?

   Nada. Me voy al hospital. Asentí en silencio. Y cerré mi bragueta. Pero seguí hablando con Valeria hasta el amanecer.Bebiendo vino. Ella consumiendo su Meta.

A Valeria la conocí en la secundaria. En el Inem. La conocí en el salón de sexto grado y me atraía su sexo apretado que era grande como una vaca sagrada. También porque era la chica más sensible que mis ojos habían visto. Era delicada y unas piernas de Diosa para una chica de trece años. Recuerdo que cuando Valeria estaba practicando los ejercicios su pantaloneta ya no entallaba en sus nalgas y por esa razón había proporciones de sus nalgas que quedaban expuestas a los ojos de los gallinazos. Yo si dije que dentro de mí algo cambió de lugar al ver el jopito de Valeria. Como cuando cambias los muebles de la casa. Hubo un cambio. Ese cambio fue el deseo. Por primera vez deseaba a una mujer con tantas ganas que era normal que por la noche, mientras todos en la  casa dormían y yo acostado en mi cama me hiciese un tremendo pajazo de padre y señor mío. Pero no me corrí. Aun por desgracia de la vida, Dios no me había dado la bendición. Pues ni una gota de leche me salió. Pero si un moretón morado en la punta de la cabeza de mi picha. Al igual que unas gotas de sangre. Me di cuenta que el amor y el deseo no compaginaba. Era un pensamiento que me iba a acompañar como un amuleto toda la vida.

Las clases de educación física eran programadas en horas de la mañana. Las dos primeras horas. Por lo general, los lunes y los viernes las dos últimas horas. Los lunes los profesores  llegaban a clase con malhumor o porque  estaban aburridos de su existencia y no hacían nada para solucionarlo o en muchos casos su aliento apestaba a alcohol. Los profesores vivían una vida miserable. Si un alumno hubiese llevado pistolas o un cuchillo grande de cocina más de un profesor se hubiera ido del otro lado de la decepción. Pero siempre hay excepción a la regla y esa regla sí que la aplicaba bien el profesor Otto. Profesor de educación física de Baloncesto. Su verdadero nombre era Otto von Bismarck. El Profe Otto era un rubio de ojos verdes y Manizalita de 40 años y de padres Alemanes. Sus manos eran pequeñas como un E.T. Pero como que su picha era enorme porque en las horas del recreo en su escritorio no cabían ese montón de culicagadas arrechitas por el Profe Otto.

El profe Otto, un Rubio de Manizales (ya eso lo dije) en clases de Baloncesto le enseñaba a Valeria los movimientos necesarios. El profe se pegaba más y más a su cuerpo. Más de lo necesario. Ella ni se mosqueaba. Me di cuenta que Valeria y lo suyo con E.T. era jugar. No revolcarse. Jugar las posiciones de vacamuerta en el Baloncesto. Valeria lo mantenía a raya como un tigre se mantiene a raya mientras este saciado o se haya comido una buena cebra. Sé que Valeria le sacaba dinero porque todo me lo daba a mí. Yo andaba como siempre con mi cartera con un futuro incierto. En horas del recreo Valeria compraba gaseosas y deditos. A Valeria le gustaba mucho el quibey. Yo lo odiaba. Nunca me gustó. En mis tiempos libres y entre clases la encargada del Kiosco me decía para recoger botellas vacías de gaseosas tiradas por los alumnos por todo el colegio y que luego ella me daba una recompensa. Yo con esa plata compraba manillas, tarjetas de amor y pendejadas que vendían en las afueras del Colegio a Valeria. María Fernanda  también deliraba por un mango biche. Ella decía se lo doy hoy a quien me complazca con una mango biche. Yo corría como Jesse Owen por ese mango. Si me vieran se reirían de mí.

Tiempo después a finales de año en el cuarto periodo me hice su amigo íntimo. Supe enseguida que vivía con su madre, doña Anita. Su madre era bella, bella como los gusanos blancos que habitan un cadáver. Tanto tiempo andando junto. De aquí para allá. Entre las clases y las idas a los campos de atrás del Inem, llegamos a enamorarnos. Estábamos tan locos tanto así que en los arboles del colegio escribíamos nuestros nombres. Ella lograba sangrar esos árboles con una navaja y yo me la conseguía con poemas a la savia de sus muslos. Mafe era distinta. Mala, sí que le sacó buena leche al Profesor Otto von Bismarck.
Es un domingo por la mañana, y Valeria Seneca toca el timbre de mi casa. Abro. La observo con desdén. Trae consigo varios cuadernos y sirven como excusa para que ella se quede todo el tiempo que desee en la casa. Ella me observa como un lindo pastelito que se come en onces. Ella es ritual. Todo en Valeria es ritual. Hasta sus enormes muslos es un ritual. Antes me dará un beso y yo le daré otro.  Primero encenderá la televisión, se tomará por asalto el control. Segundo pedirá un vaso con agua para la sed. Voy  a la nevera y le doy el agua fría en un vaso de electroplata. Después de saciar su sed, me devuelve el vaso. Dice: afuera esta ciudad es un puto infierno de mierda. Deja las groserías Valeria. Respeta. Instantes después nos iremos al cuarto cuando mi madre salga al supermercado. Minutos después, (un momento es instantes o minutos después, mejor le doy borrar ese instantes después y coloco: al segundo...) Mi madre sale a la Olímpica. Mi madre dice, Tom cierra el candado de la reja mira que están atracando mucho. A mi madre la quiero mucho. Mi madre dice: A la vecina del frente se le llevaron todo. Hasta su marido que sufre de la Próstata y que ya no se le pone duro (esto lo pensé yo) se lo llevaron de urgencias.

Valeria se desnuda y se deja su hilo dental negro puesto. Da un pequeño salto hacía mí y se acuesta en mi cama como una bella durmiente mientras mis enanos se revuelcan de pudor y sexo. La observo y cierro con cuidado la puerta. Mientras con el pie intento prender el abanico. Intento alcanzar el botón tres. Intento ser un caballero al estilo de Michael Douglas pero tan solo me sale un tímido Diomedes Díaz como una bocanada de humo hiriente. Me pregunto si lo estoy viviendo. Pregunto dónde dejé a  Roberto Haslner. Me inclino lentamente y te beso en los labios, abro la bragueta y saco mi sexo.

Te sorprendes de ese largo y venudo camino de la puerta donde yo estaba y tu cuerpo. Me inclino más y te beso y te apago tus incendiados besos. Soy un animal cobarde que se esconde bajo los relámpagos de tu pradera. Te aferras a mi cintura ni un cervatillo indefenso. Me lo sostiene y chupas mi sexo como una gata en el tejado que chilla por leche. Abro tu blusa lentamente como quien dispara una escopeta en sentido contrario. Unos senos de pezones rojos  se abren voluntariamente. Siento el olor de tu pelo negro respirar. Beso tu nuca como si pudiera esnifar una hilera de sueños perdidos. Yo siento tu lengua sobre mi sexo caliente y húmedo. Creo que me voy a venir. Creo que me voy a venir en tu mundo húmedo. Aparto un hilacho negro con mis dedos y rozo con esos mismos como machetes tu rosado  sexo. Tú baldosa se moja lentamente al crujir de mis dedos sobre tus moldeadas llanuras. Entre olas y olas tu rosada vagina se ha vuelto morada como un melón.

Mi lengua lame tus senos. Mi lengua explora tu vientre como una nave espacial explora tu cuerpo infinito de dudas e incertidumbres. Mi lengua viaja hasta el monte de venus y baja aún más hasta las profundidades más bajas del último dedo de tus pies. Mis dedos te dejan desnuda como un desierto. Mis dedos te dejan desnuda como cuando te aferras a una rama mientras un alocado Rio te lleva sin oportunidad. Meto mis manos bajo tus nalgas y siento el ojete más caliente que he podido dibujar en sueños. Busca ahora que me liberes de tu boca. Mi hermoso pene busca tu sexo sin descanso. La cama se hincha. Las sabanas crujen. El suelo parece danzar al son del mundo. El sudor castiga el ambiente. Mi boca besa tu boca como un carnicero que destroza su presa con la delicadeza más cuidada. Giro tu cuerpo y allí están tus nalgas negras como la nieve. Acerco mi boca a tu sexo y lo lamo como cuando no hay sin fin para este acto. Lamo y saboreo como un niño saborea un helado multicolor. El olor es intenso. El olor es como una droga. El olor de tu sexo es como el olor del castillo de Rapunzel.

Mafe ahora con el disfraz de Gatubela  gime y grita: me dice palabras que espantan a las madres y acercan al delincuente. Mi sudor corre sobre cuerpo como un torrente de ilusiones góticas. Luego quiere saltar al tigre pero mejor te acomodo en mis piernas mientras te das sola como una luna creciente. Mi picha entra en ti como un mundo escondido. Subes y bajas. Te aprieto tus nalgas como a una carne de cohete. Hundo mi dedo sobre tu ojete. Y beso tu espalda. Beso tu cuello. Tu sexo se hunde más y más. Tu sexo aprieta el mío. Entonces dices que lo meta más en tu culo. Entonces te lo hundo tan profundo hasta la galaxia más próxima. Siento tu culo húmedo sobre mí. Gimes suave como una loba herida. Gimes bajo como ondas musicales. Te mueves en zigzag y te mueves en círculos sobre mi pene. Vas a explotar y te azaras feo. Tus nalgas golpean mi pelvis. Tu pelvis se mueve muy lentamente y tu cabeza se echa hacia arriba como mirando el techo. Al segundo mueves más y más rápido tu pelvis pero esta vez me observas como tratando de decir que aquí está tu gata. Tu adoración. Tu pequeña muerte. Pides que no te lo saque. Que te lo hunda más profundo. Siento que voy a la deriva. Tú gimes de placer, gimes de locura. Yo siento que me muero que ya no me dan los sentidos ni las piernas que algo dentro de mí fluye en  tu acuario de colores y pierdo el sentido.  He estado dentro de ti……..Todo explota.

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