LA FRIA MIRADA DE UN DESEO.
A ella le gusta la
mostaza. En cualquier lugar, ya sea un restaurante, un burdel o una mesa de perros
calientes en donde íbamos a comer, su pasión era pedir, la mostaza por favor
señor, señora usted tiene mostaza para acompañar estas empanadas. Al momento de
levantármela nunca imaginé que le gustara tanto ese producto y ni eso me presta
atención cuando le he dicho que es cancerígeno. Ella me mira con esa cara de ternura para que yo no le diga nada y me toma del rostro
y se ríe como una noche de París que ha estallado en mis sesos. Hoy por
ejemplo, Mientras estábamos en la cama después de hacernos el amor, de
culiarnos nuestros cuerpos, y, cuando nuestros yos que habitan nuestros cuerpos
dejaron de sudar, ella me dijo que tuvo un sueño. No sé porque se me dio en
pensar en Jung, pero lo hice casi sin pensarlo. La mujer que dicho de paso es
mi actual novia y tiene un lunar como pizcas de azúcar en la nalga derecha empezó
a narrar su historia.
Tú y yo nos íbamos a
casar pero hubo un muchacho que en mi calle estaba enamorado de mí, ese
muchacho una vez me divisó que iba para la tienda, y se pegó en el camino a
decirme algo, pero yo corrí desesperadamente para que no me alcanzara. Yo gritaba,
pero el joven me alcanzó y me tomó por las manos.- Me dijo que solo quería que
supiera que estaba profundamente enamorado de mí -. Yo le dije que iba a casarme
contigo que no había ninguna posibilidad, es mas cabía un renacuajo por la
punta de un alfiler que existiese la posibilidad de que él y yo nos
cuadrarabamos. El muchacho era de misma edad y pudiente, -que quiere decir
pudiente- sí, que tenía las platas. El se presentó en la casa y todos se
congraciaron con él hasta el punto que mis padres daban el aval para que él y
yo nos fuéramos de la ciudad para consumar el idilio.
Yo la miraba fijamente
desde la punta de la cama y sudaba yo unas gotas que me corrían lentamente por
la espalda, tenía ganas de ahorcarla; pero ocultar un cadáver a estas horas ¿Dónde?
Aja sigue. Como tenia carro nos fuimos a una finquita lejos de la ciudad. Allá nos
pusimos a vivir y ya estábamos cachondos pues ese mismo día nos habíamos
casados y aun no habíamos tenido sexo ni nada. Su familia me recibió bien y
todos estaban contentos. Pero yo aun te extrañaba y no quería dejarte y quería
saber que decías tú y que si te dolía o no sé, algo, quería saber de ti. Pero
como estabas tan lejos nunca pude averiguar en el sueño si dejarte te había
dolido.
Ella estaba desnuda y
yo quería echarle otro, mientras hablaba de su sueño. Me quedaba pensando en lo
que me dijo y sus sueños, yo no iba a pararle bolas a Jung, pero y si en verdad
la traducción era que me estaba dando un plazo. Pero para que, si yo en nada le
he fallado. Ella se levanta de la cama toma un cigarrillo de su morral y lo
enciende. El humo del cigarro me marea y me dan tumbos en mi cabeza todo ese
humo entrando y saliendo de mis pulmones. Ella desnuda ha dejado el final de la
historia para después. Promete con esa seriedad que la caracteriza después de
que yo le eche otro polvo fantástico contarme el final. Salgo de la habitación.
Entro de nuevo, prendo la lámpara incandescente pues a ella le gusta culiar con
el foco apagado y me sonríe. Le he traído un sanduche con bastante mostaza. He
podido negociar que si le hago alimentos con bastante mostaza ella deja el
cigarrillo. Al parecer lo estoy consiguiendo, pero la mostaza es difícil de
hallar a la cuatro de la madrugada, tanto así como los delfines que salen a la
orilla en el mar de Làptev. En cambio, los cigarrillos son como los políticos
corruptos, se consiguen en todos lados fríos de la condición humana, a
cualquier hora y son baratos.
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