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CRÓNICA DEL DIA


La influencia de la grabadora en la literatura

Por  | Crónicas | 12.10.12
Woody Allen en un fotograma de “Manhattan” (MGM/UA)
El grabador es quien le permite registrar sin distancia aquello que vive. Abolir florituras para que las palabras no interfieran en la historia. El protagonista del cuento Pierrot de la caverna de Rubem Fonseca es un escritor que graba acontecimientos de su vida a sabiendas que nunca podrá escribir sobre ellos. Lleva tiempo intentando escribir una novela sobre las peleas de gallos, una alegoría sobre la ambición, la soberbia y la impiedad. Sin embargo su escritura no prospera. Le urge hablar con su grabadora. La única a quien pudo explicarle que en esos últimos tres meses no hizo más que comer, dormir, leer algún libro, ver televisión, ir al cine, liarse con tres mujeres. Jamás sería capaz de escribir sobre esto, afirma, sin embargo aquí estoy, contándole todo a este trasto electrónico, cuadrado, movido por pilas.
Ricardo Piglia reflexiona sobre cómo influye la posibilidad de grabar la voz en la técnica de la narración de novela argentina, en un ciclo televisivo recientemente estrenado en Argentina y coproducido por la Biblioteca Nacional y la Televisión Pública. Piglia expone el vínculo de la máquina con la posibilidad de explorar zonas ocultas de la experiencia y al surgimiento de la primera literatura fantástica en Argentina. El pensamiento espiritista queda reflejado en un artículo que escribe Eduardo Wilde después de visitar una exposición del inventor Thomas Edison donde entra en contacto por primera vez con un aparato de grabación de la voz.
El fonógrafo detiene la vida y perpetúa los furtivos momentos, con él ya no hay pasado para la palabra hablada. Fenómeno curioso poder hacer hablar a los muertos. Muchos de los muertos enterrados en el cementerio de Brooklyn continuarán hablando por los aparatos de Edison.
Rubem Fonseca (foto: escritosdesdelaoscuridad.blogspot.com.es)
Por otra parte la grabadora da acceso a las voces que hasta ese momento no habían tenido acceso a la palabra. Así como también la posibilidad de recoger discursos sociales que abre las puertas al relato oral. El ejemplo argentino más claro es Manuel Puig quien graba historias de vida y las convierte en personajes de su novela, contraponiendo el relato verídico con otras ficciones.
En Pierrot de la caverna la tensión entre escritura y oralidad es un tema subyacente a lo largo de toda la narración. El escritor brasileño, más allá de darle voz a los marginados de la escritura revela una voz interior que no está contaminada por el lenguaje escrito. El personaje habla con la  grabadora porque no tiene a quien explicarle su relación con una niña de doce años de la que se ha enamorado. El diálogo con la máquina le proporciona la posibilidad de racionalizar los acontecimientos y aliviar su conciencia.
El arte está lleno de chiquillas volviéndose hacia hombres maduros, la de Malle, la de Nabokov, la de Kierkegaard, la de Dostoyevski. Dostoyevski sedujo a una chiquilla de menos de doce años y se lo contó a Turgueniev, que no le hizo mayor caso. Su culpa está proyectada en el Svidrigailov de Crimen y castigo, y en el Stavrogin, de Los demonios, ambos paidófilos violadores.
Frente a la grabadora admite que es contradictorio, brutal y delicado, cruel y generoso, comprensivo e implacable. Querer hacer frases hermosas es tan miserable como querer ser coherente. La grabadora le brinda la posibilidad de una continuidad. No hay necesidad de alejarse de la realidad para describirla. Un cuestionamiento claro a la figura del intelectual frente al hombre de acción. La vida apremia y no otorga concesiones. La escritura puede postergarse. Lejos de los cuestionamientos morales, los cargos de conciencia o las florituras que adornan la realidad, Fonseca nos sumerge hasta los confines de una experiencia cruda. En la acción de grabar encontramos una analogía con el estilo directo y brutal que caracteriza la escritura de Rubem Fonseca.
Santiago Gorgas (Revista de letras.net)
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